LAS DUDAS DEL ATLÉTICO

EL ATLÉTICO DE MADRID Y EL ORIGEN DE SUS DUDAS
ÓSCAR CANO MORENO
Escrito el 03 de Septiembre de 2009


Ya lo dice Joaquín Sabina, uno de los más célebres aficionados del club de Manzanares: “Qué manera de soñar, qué manera de aprender, qué manera de sufrir, qué manera de palmar, qué manera de vencer, qué manera de vivir…”.

Este párrafo del himno del centenario del club del Vicente Calderón, resume a la perfección los vaivenes de una sensacional afición, acostumbrada a la irregularidad, amistada con el balanceo extremado. Unas veces ubicada en la más absoluta esperanza, con el optimismo por bandera, otras veces sumergida en la rotunda depresión, con la ilusión enterrada en el lodo. En definitiva, gente acostumbrada a vivir sensaciones dispares en tiempo record.

Soy de los que piensan que la verdad de este deporte se sigue fraguando en el césped, en lo que ocurre en la hierba y en cómo acontece. Las posibilidades de éxito institucional tienen su origen en lo que los jugadores puedan ofrecer derivado de su calidad. Seguimos responsabilizando a cosas intrascendentes y baladíes, del desconcierto que se instaura en determinados clubes y que proporciona que su rendimiento esté siempre rociado de inestabilidad.


El gran enemigo del Atlético es, sin lugar a dudas, la frustración que provoca el ansiar el lugar que pertenece, por presupuesto y masa social, al Real Madrid y al F. C. Barcelona. Impulsado por este hecho, las decisiones que se toman, y que son de una influencia total para el devenir de los acontecimientos, corren el riesgo de llevar de manera intrínseca la futura decepción.

A pesar de que quieran engatusarnos, por un claro interés comercial, en fútbol las diferencias entre buenos y menos buenos cada vez son más abismales. Valencia, Villarreal, Sevilla y Atlético de Madrid, deben asumir, aunque no por ello rendirse en sus ambiciones (siempre y cuando éstas sean razonables), que ser tercero en la Liga, y competir de manera digna en Europa, es ya un éxito absoluto, un botín considerable.
La tendencia compulsiva de los dirigentes a engordar las expectativas, el empeño por anestesiar a la plebe para así ganarse su respeto, suele tener consecuencias devastadoras.

A partir de estas importantes observaciones, si de verdad el deseo principal es acercarse en prestaciones a los dos grandes del fútbol español, el interés esencial debiera ser el de asegurar que sus dos mega-cracks evidenciaran sistemáticamente sus mejores recursos. Y, me temo que a pesar de que tanto Agüero y Forlán ofrecen un rendimiento fuera de cualquier duda, todavía podrían ser más decisivos y, con ello, aumentar la productividad de su equipo.

Sobrevivir en un equipo que se empeña en jugar a algo indescifrable merece un reconocimiento especial. Un conjunto de grandes nombres, la mayoría internacionales, pero carente de ese perfil de futbolistas capacitados para sustanciar el despliegue de los que los acompañan. En el conjunto rojiblanco el balón sale con dificultad de la línea de centrales y laterales, nunca sigue itinerarios que favorezcan las conductas de los que tienen el plus del desequilibrio. Los centrocampistas tampoco cooperan ya que sus características tienen difícil conciliación con las del “Kun” y el rubio uruguayo. Con todas estas señales, se torna complicado garantizar un rendimiento regular.

Si se hace un sobreesfuerzo, se redoblan las voluntades por mantener en la plantilla a estos dos jugadores de primerísimo nivel, la cordura debería aparecer para intervenir en pos de rodearlos de algún que otro futbolista sobredotado intelectualmente que produzcan la nitidez suficiente para que el yerno de Maradona y el ganador de la bota de oro luzcan con naturalidad su esplendor futbolístico.

No parece que los Heitinga, Ujfalusi, Juanito o Raúl García, todos ellos jugadores de reconocido prestigio, traigan de serie las capacidades necesarias para tal finalidad. De esa manera, con jugadores tan dispares en la interpretación del juego, el titubeo emocional de los seguidores colchoneros será perpetuo, su apodo de “pupas” se eternizará, así como la única estabilidad que encontrarán será la de ser perennemente inestables.