El Delantero

EL DELANTERO Y SUS DIVERSAS FORMAS DE RELACIONARSE CON EL JUEGO

Óscar Cano Moreno

Son una raza aparte, su linaje les diferencia del resto de protagonistas. Su cercanía respecto al gol, el culmen del juego y el detalle que moviliza para bien o para mal las mentes de dirigentes, aficionados y demás protagonistas de este deporte, les hace ser unas veces dioses, otras vulgares bellacos. Se reparten los contratos más jugosos y son juzgados, fundamentalmente, por el número de veces que son capaces de perforar las redes rivales. Lamentablemente casi nunca se tienen en consideración otras aportaciones, a veces más importantes que el gol.


Emergen con características heterogéneas, de todos los colores, aunque en este caso vamos a hablarles de varios de los mejores, precisamente para tomar conciencia de lo variopinto de sus perfiles.

Los hay, como Huntelaar (Real Madrid), Bendtner (Arsenal), Nicola Zigic (Valencia C. F.), o Alberto Gilardino (Fiorentina), para quienes el juego empieza cuando hay posibilidades de remate. El tiempo restante se convierten en espectadores de excepción. Aunque en este paquete podríamos ubicar a “Pipo” Inzaghi (Milán A. C.), el jugador de Piacenza destaca también por su capacidad de trabajo, el compromiso cuando su equipo no gestiona el balón.

Otros parecen un faro referencial que ilumina la creación de acciones de ataque, al que todos buscan a través de envíos en profundidad, preferentemente aéreos, que obvian a los centrocampistas, ya que éstos se convierten en futuros receptores de las disputas, prolongaciones o desvíos de los primeros. En este listado se encuentran Luca Toni (Bayern Munich), Kanouté (Sevilla F. C.) o Drogba (Chelsea F. C.), epicentro de la organización del juego de sus equipos, capaces de generar alrededor de sus espacios de intervención perspectivas interesantes cara al marco contrario para centrocampistas con sentido de la verticalidad. Son los más deseados para los amantes del llamado “juego directo”.

Por otro lado, están los que se liberan cuando el espacio disponible es significativo, a la vez que sus cualidades son severamente oprimidas cuando las distancias entre defensores se acortan. Les asfixian los territorios cerrados, tienen una especie de claustrofobia futbolística que les complica considerablemente su participación en las jugadas. Sin espacios amplios que conquistar parecen desentendidos del juego, es por ello que forman parte de los equipos que tienen en el contraataque su arma fulminante. Fernando Torres (Liverpool), Wayne Rooney (ManU), Karim Benzema (Real Madrid), aunque éste francés tiene una amplia gama de recursos, o Anelka (Chelsea F. C.), representan el mejor ejemplo de esta estirpe de goleadores.

De entre los que cooperan en la gestación de las jugadas, y no están preocupados únicamente de su coronación, es decir, forman parte del proceso y del punto culminante del mismo, podemos subrayar dos clanes. Los “pragmáticos”, entre los que destacan Diego Forlán (Atlético de Madrid), Luis Fabiano (Sevilla F. C.), Raúl González (Real Madrid), David Villa (Valencia C. F.), o Samuel Etoó (Inter de Milán), pertenecientes a esa dinastía de sujetos que no acostumbran a esbozar prólogo alguno cuando la oportunidad de lanzar a portería es evidente. Sus adornos son mínimos porque creen que suponen una pérdida de la oportunidad que tienen presente. Suelen ser congruentes con sus recursos, sensatos con sus aptitudes. El lenguaje de su fútbol es sencillo, imaginativo sólo cuando de rematar se trata. Ahí exhiben sus dotes y adaptan el recurso al contexto. A su favor tienen el ser los futbolistas de rendimiento más longevo.


El otro colectivo es el formado por los “diferentes”, los propietarios del frasco de la inventiva, los delanteros más originales, instruidos en la clarividencia, con perspectivas distintas, que utilizan técnicas, para llegar a cumplir los mismos objetivos de los demás, poco triviales.

Su inspiración les permite resolver con acierto situaciones casi imposibles. Lo frecuente, en sus manos, pasa a ser excepcional.

Registrados en esta comunidad está Zlatan Ibrahimovic (F. C. Barcelona), un excéntrico delantero que seguramente compartió saco gestacional con Marco Van Basten o Rudolf Nureyev, dada su forma de apoderarse del balón, y divulgar el talento poseído, mediante formas más próximas a las artes plásticas que al deporte al que pertenece. Un escaloncito por debajo del sueco, están posicionados Emmanuel Adebayor (Manchester City) y Dimitar Berbatov (ManU), sutiles jugadores de gran solvencia para dar continuidad al juego y muy competentes para anotar.

Además, están los Messi (F. C. Barcelona), “Kun” Agüero (Atlético de Madrid), Cristiano Ronaldo (Real Madrid) o Alexander Pato (Milán A. C.), que, aunque incomparables, poseen todos ellos el don de seducir a la grada a base de regates que eliminan adversarios del mismo modo que los grandes cetáceos engullen a los peces de menor tamaño. Dominan el arte del dribling, sus fintas evidencian las vergüenzas de quienes los defienden. Son futbolistas que sacuden el árbol de la mezquindad, ponen la pizarra “patas arriba”, huyen de la medianía, encargándose de aportarnos un halo de esperanza que nos haga creer que el fútbol de antaño puede regresar, porque como dice Ángel Cappa, "el futuro del fútbol está en el pasado".

No están todos los que son, ni son todos los que están, pero, sin lugar a dudas, los nombres arrojados tienen algo en común: son los hombres más cotizados, los más solicitados, valorados y evaluados por su relación con el gol, aunque, como ya habrán podido comprobar, sus formas disten entre sí. En definitiva, son los encomendados a definir el tratado, el estilo, de cada uno de los equipos que optarán a traducir en títulos su participación en las más notables competiciones, tanto domésticas como las que se deciden fuera de sus fronteras.